Félix García Moriyón
A comienzos de los años
ochenta del pasado siglo se inició en España un importante proceso de reforma
educativa que incluía una profunda modificación de los planteamientos
pedagógicos hasta entonces vigentes. En ese contexto, tuvimos noticia del
planteamiento novedoso que el profesor Lipman estaba dando a la enseñanza de la
filosofía. Era novedoso porque aplicaba con un sólido rigor el método socrático
de dialogo filosófico y porque proponía hacer filosofía desde edades muy
tempranas.
Asumiendo ambas ideas y
pensando que era una aportación enormemente valiosa para enriquecer los deseos
de renovación existentes en aquellos momentos, tras un año de estancia en
Montclair State University con Mathew Lipman para adquirir una sólida formación
en el programa, inicié en España, con la colaboración de algunos compañeros, el
trabajo para constituir un grupo de profesores que hiciera posible la difusión
de ese modo de hacer la filosofía en los colegios e institutos del país.
Desde el primer momento
decidimos constituirnos como una asociación independiente de las instituciones
oficiales, aunque manteniendo buenas relaciones con las mismas, sobre todo
porque eso permitía encontrar apoyos a proyectos concretos de trabajo y llegar
a nuestros colegas a través de la red de centros de formación del profesorado
que el gobierno de la época había creado. Esta independencia elegida desde el
principio hizo posible una mayor flexibilidad en el trabajo que realizábamos y
nos ayudó a preservar la originalidad del enfoque filosófico y educativo del
programa de Filosofía para Niños, que iba más allá, en principio, de lo que
estaba realmente dispuesta a admitir la administración educativa.
En los primeros años de la
difusión del programa en España encontramos una acogida favorable al mismo,
sobre todo en aquellos sectores del profesorado que estaban realmente
interesados por la renovación pedagógica y que percibían la necesidad de
introducir modificaciones drásticas en su forma de trabajo. La escolarización
total de los niños y adolescentes hacía todavía más acuciante la necesidad de
una innovación docente que tuviera en cuenta a esos nuevos alumnos, con niveles
e intereses distintos a los que habían sido tradicionales.
En ese ambiente, el grupo
de profesores nos pusimos a trabajar en varios campos. El primero, como no
podía ser menos, fue la traducción de los materiales elaborados por Lipman y
sus colaboradores, para que la gente dispusiera de ellos y pudiera emplearlos
en sus aulas. Tradujimos también las principales obras teóricas de Matthew
Lipman, que explicaban y fundamentan el programa. El segundo objetivo que nos
planteamos fue el de formar al profesorado que quería emplearlo. Esa tarea
resultaba imprescindible porque el enfoque de la Filosofía para Niños suponía
un cambio sustancial en el modo de dar clase además de llevar consigo una apuesta muy concreta sobre
la educación y su papel en la sociedad. Para la formación hemos impartido
numerosos cursos en centros del profesorado y en centros educativos concretos
que nos han pedido esa formación para incorporar la filosofía a su currículo.
Además hemos conseguido que la Filosofía para Niños figure como asignatura en
numerosas escuelas y facultades de formación del profesorado.
Garantizada la formación
del profesorado, nos ocupamos también de la investigación, tanto de la
aplicación del programa en las aulas y sus posibles efectos como de la
investigación filosófica encaminada a profundizar en los fundamentos e
implicaciones del propio programa, contrastando su enfoque con el que había sido
tradicional en la enseñanza de la filosofía en nuestro país. Además de esta
evaluación consideramos igualmente importante iniciar proyectos de trabajo en
los que el objetivo consistía en la elaboración de materiales nuevos, acordes
con el modelo de práctica filosófica iniciado por Filosofía para Niños, pero
realizados desde nuestro propio contexto cultural. Hubo aportaciones concretas,
con una novela y un manual, también hubo relatos, una colección de novelas
filosóficas clásicas y un proyecto curricular con materiales para cuatro años
en secundaria. Y en ello seguimos.
Por otra parte, tuvimos
igualmente claro desde el principio que nuestra propuesta innovadora debía ir
más allá del aula de la escuela formal y aplicarse en otros ámbitos. Eso
permitió realizar algunas experiencias sumamente interesantes. Se ha practicado
la filosofía en algunas cárceles, en el trabajo educativo con jóvenes en
situación de riesgo y fracaso escolar, en campamentos de verano, con ancianos…
En este campo tan amplio nos ha faltado quizá una sistematización más rigurosa
y una continuidad que permitiera profundizar en lo realizado, pero se han hecho
cosas muy interesantes.
20 años después, seguimos
trabajando en variados frentes, manteniendo el interés que teníamos al
principio, aunque con la estabilidad y tranquilidad que proporciona el
asentamiento del programa. En las reuniones que celebramos todos los años a
nivel estatal se comprueba que el proyecto de trabajo goza de buena salud,
aunque quizá en estos momentos necesite un cierto relanzamiento para retomar la
fuerza inicial.